Otra mujer

Un cuento del gran escritor Anis Mansur traducido por Youssef Basty                                                              Otra mujer

Otra mujer entró a la historia de sus grandes puertas con el nombre de “la mujer loba”. Y se diferenciaba de Mesalina sobre el punto de que la fidelidad no era algo adecuado para las esposas de reyes y sacerdotes. Porque los hombres elegían cosas más interesantes y definitivas. Y elegían a la mujer como algo complementario. Por lo tanto, la mujer, o acepta a serlo, ser algo como el resto y ser ese añadido o sale de la vida del hombre completamente o él le hace salir de su vida.

La mujer si no encuentra discurso dulce como la miel, seguramente tiene veneno definitivo que pone en sus palabras, besos y hasta en comidas y bebidas.

Nominada Livia, nació en 30A.C y murió en 29D.C. Era  de todas formas una mujer salvaje. Odiaba en el nombre del amor y asimismo mataba para conseguirlo, Vivía encima de los cadáveres de otros por el amor.

Un día Julio Cesar, el emperador romano de aquella época oyó sobre su belleza. Por lo tanto la llamo y le dijo a su marido: dame tu mujer ahora mismo.

El hombre bajó su cabeza, en cambio la esposa, inmediatamente se dirigió hacia el Emperador y se puso a su lado ante el gran pasmo de su marido cuya cara se puso roja, y en aquel instante estaba indeciso ante lo que ocurría y no supo que hacer, porque no pensaba que iba a rendirse tan rápido. En cuanto a ella, refiriéndose de que estaba embarazada, enseño su barriga al emperador. Cosa que a él no le hizo que cambiase su decisión.

Pasaron días y meses, entonces Livia parió, era un niño y, lamentablemente, desafortunado, su madre abandonó a su padre en su primera insinuación y, ahora vino el momento para que abandonara al niño, y no hubo otro remedio de que el emperador se lo daría a su padre obligado a cuidarse de él.

Posteriormente, hubo guerras que preocuparon al emperador. Así que en una de ellas consiguió ganar a Marco Antonio en la batalla naval de acción cuya Cleopatra, la mujer de dicho emperador perdido, se suicidó debido a ella. A su juicio, antes de perder su vida, ese Julio César podría fregar las calles de Roma con su cuerpo si la atrapase viva, la verdad que dicha mujer lo temía muchísimo, ni siquiera su sudor paraba de temblar al llamar el nombre de Julio César ante ella. Asimismo no quisiera que los besos a los pies de Livia, su gran enemiga, fueran la última cosa humilde que la obligarían a hacer.

Le envenenaba Livia a su Julio César siempre con su palabra habitual:

-         Soy como tú, si tu presentas el desfile de tu ejercito vistiéndose vestidos de guerra, yo prefiero presentarlos sin ropa. Créeme Julio César, el aspecto de un hombre desnudo totalmente, es algo asombroso, como si fuese una escultura de mármol, empero, sin vida.

Pasaron los años y viene el momento amargo en el que estaba evaporando el amor entre ambos dichos, en cuanto apareció la codicia hacia la corona y la dirigencia. La emperatriz comenzó a preocuparse por su estado, incluso cuando perdió las perlas de su mejor collar una tras otra refiriéndose a sus hijos los cuales murieron en el mismo día, cosa que nunca había imaginado y que a causa de ella derramó envidia en lugar de lágrimas, tampoco se rindió. Por lo tanto, decidió  matar a uno de los hijos de Julio César, y más tarde no era suficiente para ella, así que se convirtió en una verdadera asesina y mató asimismo a un nieto del emperador.

En su época, entre las damas del país, era la más inteligente, fuerte y valiente. Puesto que no fue en absoluto extraño que le dijese a su emperador en una de las noches que celebraban que gracias a ella, él seguía sentando en la silla de la corona. Añadiendo, le dijo con mucha desvergüenza y arrogancia: -con secreto y por ti, maté a personas, quemé a algunos y ahorqué a otros, o sea que tu reino está encima de mi palma, lo derribo cuando me da la gana, pues levántate y bésame las manos y los pies.

Eso mientras la boca de César se bañaba en un mar de vino hasta el emborrachamiento  y entonces cuando cayó al suelo, corrieron sus guardias a ayudarlo, pero no para levantarlo, sino para llevarlo hacia la emperatriz para que hiciese lo que le había ordenado.

Añadió diciéndole: - crees que estoy satisfecha de verle, tan débil, al hombre por el que nadaba en mares de sangre. Una boca que besa a los pies de una mujer se tiene que llenar de veneno.

Y, cogiéndole la mano a Cesar, le prepuso: estas manos son sólo para abofetear a las mujeres, nada más.

Antes de que Livia muriera, llamó a uno de sus esclavos, y le dijo:- Siempre deseabas tocar algo de mi cuerpo aunque fuese mis pies o mi mano. Ahora ha llegado el momento para que realices tu sueño y asimismo es mi último deseo. Y le enseñó donde estaba un azote de cuero cubierto de oro diciéndole: - mételo en el fuego, y después en el vino y otra vez en el fuego, y mátame con él, siempre deseaba una mirada cruel de algún hombre porque los dioses me han prohibido todo lo que me dolía,

El esclavo, temblando, y en un estado muy difícil, no pudo hacer lo que le ordenaba su emperatriz, en esa situación trajo a otros esclavos para que le pegaran si rechazara a obedecer. Tampoco aceptó, entonces lo insultaron y le dijeron que era tuerto y nunca había sido un hombre, en aquel momento se puso rojo y se enfadó, y empezó a golpearle a su emperatriz hasta que murió feliz con esta humildad.