Unos ratos de sufrimiento

Esto pasó en Libia, cuando un día del año 2002 salí a buscar trabajo de jardinero a un barrio nuevo. Para mí desconocido hasta entonces y es que yo soy jardinero y tengo un diploma, pero no tengo trabajo.

Fui preguntando a la gente si necesitaban un jardinero, pero la respuesta siempre era negativa, hasta que por fin una chica, de una voz dulce y muy timbrada, me respondió que si volviese al día siguiente, encontraría a su padre y quizás me podría dar trabajo.

Al día siguiente volví, pero me pasó que no recordaba exactamente hacia donde era la casa de aquella chica y opté por preguntar a un vigilante la dirección de las casas de la gente rica del barrio, con la confianza que muy orientado la encontraría enseguida.

No fue así y desandando el camino volví a ver el vigilante que antes me había indicado.

Estaba cerca de él cuando, de repente, aparecieron dos jóvenes policías que me abuchearon diciéndome:

- ¿Qué haces junto a las embajadas? ¿Eres un terrorista? (supongo que la barba que llevaba les hizo pensar esto).

El caso es que empezaron a pegarme, primero los dos y al ver que yo no era muy fuerte, un policía se retiró y dejó de darme golpes.

Llamé pidiendo auxilio y un hombre mayor que estaba cerca me recomendó que contestara el que me preguntaban y así me dejarían en paz. Mientras me pegaban me empujaron contra una puerta que se abrió y dónde sólo se veía una sala grande, un banco y un televisor. Recuerdo que mientras me golpeaban y yo lloraba, emitían un programa de risa. Me preguntaron qué hacía allí y de dónde venía, pero tristemente por lo que me estaba pasando sólo les enseñé un medicamento de nervios que lo tomaba cada día y que trabajaba como vendedor de ropa en una calle comercial se llamaba Al-Rachid, y que no ganaba mucho por eso vine a buscar trabajo con alguna familia rica aquí como jardinero. Cuando ellos oyeron mi historia  cambiaron un poco su manera de tratarme, pero sin cesar de gritarme y me dijeron:- para de llorar hombre tienes que ser fuerte.

 Al final me soltaron.

Por la noche vino al mercado un joven que quería comprar una americana, pero marchó sin comprar nada. Entonces yo recordé aquella cara, era la de uno de los dos policías que me habían detenido aquella misma mañana. Vino para ver si todas las informaciones que les había dicho  eran verdaderas o no, querían verificar que yo era vendedor de ropa.